Eva Sánchez y sus hermanos Javier y Florencio habían organizado una cata infrecuente en Guijuelo en las instalaciones de Jamones Fisán. A la entrada, en una de las estancias que la familia tiene habilitadas junto a las naves de curación de sus jamones, me encontré expuestos sobre una larga mesa 12 cortes de cerdo fresco. Despieces procedentes de un animal sacrificado tres días antes y, por consiguiente, carnes frescas de un ibérico que había finalizado su engorde con bellotas y hierbas.
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